Han pasado 170 días exactamente desde que llegué a Horsens. Todavía recuerdo cuando entré por la puerta de lo que sería mi piso como si fuese ayer. Antes de entrar pude ver por la ventana al que iba a ser mi compañero de piso, Georg. Estaba sentado en el sofá con el ordenador.
Poco después de llegar apareció otro chico, se hacía llamar Zoli y era de Hungría. También conocí a Sascha, Alemán. Quería hablar con ellos, pero mi inglés estaba muy olvidado y apenas era capaz de decir unas cuantas palabras seguidas.